Categoría: Microrrelato
22-04-18
Me autoimpuse una omertá amorosa
porque atisbé francotiradores apuntando a mis ojalás,
quizá a los tuyos también.
Verdina serán en los tejados antes que ver mi sonrisa cerrada
si te veo feliz, se abre de par en par.
¿Un flanco abierto? Qué mas da!
Peaje tras peaje como agonía divina.
No sé que verán cuando miran,
solo sé que si pudieran latir a mi compás
te sentirían en la noche oscura y en el despertar
Le puede faltar palabra al sentimiento pero no aliento.
G.P.
19 de abril de 2018
19 de abril de 2018
19 de abril de 2018
Las palabras tristes que llevan la alegría de ser tuyas
Hasta tus palabras tristes me encandilan.
No por la tristeza,
sino porque si vienen de ti,
me alumbran, me guían,
portan tu luz en su grisura.
Las empapadas de alegría
si son tuyas,
también son el contento mío.
Son campanas doblando por el pasado.
La corneta que llama a olvido.
El arrasante viento que solo deja en pie
la veleta que señala mi anhelado camino:
tu bien.
Del 7 de agosto de 2017
Del 10 de agosto de 2017
Tu esencia
Tierra, mar y aire no pudrieron la flor del tiempo.
Entonces, lo baldío reverdecerá,
las horas muertas resucitarán a tu lado.
Poema al «aire»
Más al «aire» que posado, y menos aún, reposado. Sin capa ni trampa.
A veces
A veces una lucha con un par de palabras, y pies de plomo.
A veces
A
Ojalá
Ojalá pronto el témpano fundido entre
todas las horas de los dos relojes.
Ojalá el fruto de la adorada semilla
rebose savia de alegría contenida.
Amamos la tierra
A veces amamos la tierra por el fruto que dio.
Un no trepanador
Le recomendaron un no trepanador para acabar con lo que llamaban su ceguera, pero a lo largo del día acababa por espantarlo con sus mil síes que le revoloteaban alrededor de la cabeza.
Tenía la sensación de que el tiempo corriera de forma descompasada. Ella, que siempre llevó las muñecas desnudas, llevaba ahora dos relojes que parecieran enfrentados.
Como si uno, el que le susurraba que era demasiado tiempo, le retara con un: «¿cuánto aguantarás su silencio?, le marcara un no trepanador. Pero la paciencia, el querer latente, la ascuas que su palabra aviva, eran agujas que detendrían cualquier reloj, y siempre se paraba en la certeza menos cuarto.
El otro, con manecilla de ganas calladas, le alentaba a ver más allá de la esfera, a fijarse en la maquinaria.
El tercero, el soñado, el sincrónico de un campanario.
G.P.
DE LA ECUACIÓN A+B =X
Esa borrosa tarde, a veces imborrable, donde pudieron despejar la incógnita, a A y a B se les heló una oportunidad como pocas se presentan en la vida.
Desde entonces no cabía más pensamiento en B que derretirla.
22 de Abril 2017 3:00
Todavía el 22, si es de abril,
no es es el día siguiente al 21,
ni el anterior al 23,
porque aún creo en ti.
G.P.
Asi fue.
24 de marzo de 2017 17:32
A primera, a media, y a última vista. Y hasta sin verte…
A las tres de la madrugada o de la tarde, a las 17:32, y cada hora. Asi fue, así es, sí.
Remendando
A veces, en estos instantes, me siento una «canción» que desafina. Por no haber usado algún verbo en todos sus tiempos (quería= quiero, y probablemente querré). Por escribir sin borrador, ni ningún parapeto, las palabras que siento su significado (pequeña= querida) pero no la interpretación que le pudieras dar.
Cómo no querer cargar tu mochila, y liberarte de esfuerzo?
Otras, una canción que atina, si el olvido (pensé que, quizá, eso querrías) se planta ante mí para que te vea como póster de marquesina, y sonriendo lo rechazo. Nunca fuiste para mí
«belleza» hueca, ni vacía, sino una del tipo que conmueve aún en la lejanía, que atraviesa dudas y se fija.
Incluso sin palabras, y haciendo un corredor de mi oído izquierdo al derecho para las del resto, te regalé/o mi biempensarte, a pesar de alguna bruma. Biempensé -aunque doliera- tu comprensible desencanto, si confundiste mi no saber qué hacer con desidia mental o emocional. Te biempensé al tener fe en que entenderías que aunque alguna palabra quizá sonara a reproche, espero que no, o a despedida, solo tuve/tengo «Bienvenidas» para ti. Te biempensé al no desesperanzarme en tu bien. Y de todos mis sueños, nunca te dije el mas querido, verse curvar tu espalda y peinar tus canas.
Y aun veo con ojos de «niño», porque todavía me asombra lo bello de la vida, su desperezarse en primavera, y si me miro te reconozco.
Un abrazo
Día de la Poesía (II)
“No solo quería el peso de tu cabeza en mi hombro,
también la carga de tu mochila, pequeña atlas.
Portabas un mundo, hecho a medias.
Yo, un dubitativo milagro, como brizna en la palma de la mano.
Guardián del azote del incesante viento,
no alivié tu espalda.
Tú, guardián de mi pie sin paso,
si no te veía clara,
te fuiste gritando silencios por si escuchaba.
Aún hoy, te asocio a lo que en mí hay de bueno.
Al despertar de la vida, con todo su estruendo,
porque descubrí que intentar olvidar lo bello
tiene algo de lento suicido de un sueño.”
G.P.
Día de la Poesía (I)
No suelo llegar tarde, aunque quizá sí, cuando no me esperan. Hablo para oídos que quizá no me escuchen, y ojos que tal vez no lean.
Pero como todavía es el día de la poesía, en algunos lugares, estoy a tiempo de rendirle un pequeño tributo a quien hizo brotarla en mí. Poniendo mas fe en su «presencia» que en siete evangelios -era ella revolviendo entre mis cosas cuando las sentía más mías-, y aunque su honda ausencia me hizo abandonar los folios, como quien pliega velas, vi que intentar olvidar lo bello tiene algo de suicido lento de un sueño:
Tú si sabes mi bien, mi bien
25 de marzo de 2014
Lo que creíste silencio
Feliz cumpleaños 19-12-16
Las horas no son nada. El tiempo menos aún,
apenas la semilla que a la tierra le falta.
Tú estás por encima de causa o efecto,
porque tu bien da alas a mi alma si se encuentra cansada.
Que mi no saber hacer no empañe la felicidad que te deseo,
ni que este pensamiento sin doblez lo quiebre ninguna palabra.
Borrador de «Recreando a los clásicos»
«Oí 100 tamborileros cuyas manos ardían, oí diez mil susurros y nadie escuchando, oí a una persona morir de hambre, oí a mucha gente reír, oí la canción de un poeta que moría en la cuneta»
Bob Dylan.
Y todo eso, en estos días, multiplicado a una desalmada enésima potencia, quizás diría:
“Me quedé sordo de tanto susurro,
ciego al ver los tamborileros apenas con muñones,
y al hambre comerse a las personas.
Mientras, una sola canción resucitada
funde la sonrisa congelada del poeta
que aún vela la cuneta olvidada.”
Extracto 1
Al decirle adiós las piernas no le obedecieron. No querían moverse de allí, como si le acabasen de quitar unas escayolas invisibles y las articulaciones estuviesen rezongonas. Cuando por fin echaron a andar fue como si lo hiciesen por vez primera, los pasos desacompasados. Recordó tener más coordinación cuando gateaba.
En el camino de regreso, desconcertado por las piernas rebeldes, y apenado por no poder haber charlado con ella, ni estrecharla en un abrazo, dudó, si, quizá, debió esperar a que se fuesen los compañeros que la aguardaban para invitarla a tomar algo.
Intentó, cuando la alegría bajó la guardia, estar contento, en parte porque su situación era buena, pensó que ella querría eso, por antecedentes, aun el queriendo otra cosa.
Y ese incipiente bienestar quedó anulado por una tristeza extraña, ajena a la propia, traída de otro lado, similar al frío helado y nuevo que se suma al que ya se siente cuando arrebujado dentro del chambergo volteas una esquina.
Esa tristeza es peor que la propia. La tristeza propia se asume, se conoce. Esa tristeza sobrevenida le resultó desoladora. Ese pensar repentino, casi una certeza, sin motivo aparente, de que quien quería podía estar apenada o enojada, bajo ese manto de animosidad -igual que su alegría primera de verla cubierta de seriedad- como si hubiese producido un roto, un vacío, o duda, por su comportamiento o por otra circunstancia.
Una pena punzante y honda, distinta, no provocada por nada tangible, y sin saber cómo remediarla.
No le encontraba explicación, ella estaba allí charlando y conduciendo el evento animadamente con su gente.
Entonces se le figuró que tal vez sus tercas y leales piernas, sabían más que él mismo, y así sólo respondían a lo que él realmente quería. Sapientes columnas asentadas en la parte de inconsciente.
Poco después se encontró con un concierto de música al aire libre que le amainó y despejó, y que le hizo confiar en que lo conociera lo bastante para saber porque había ido a verla.
Presentimiento
Alma dentro, un moisés partiendo aguas,
un cristo las camina como tierra firme,
deja elocuente huella de un latir
que habla más allá del entendimiento.
20-7-2016
Tomó forma, primero, en cada átomo de mi pensamiento que reunió mi imaginación, cada vez que hablábamos, y que, más tarde, mi sentimiento mantuvo con ahínco natural –también con algunos errores, presentía- dentro de lo que, a cualquier otra persona, le habría parecido una locura.
Entré con sed, con esa sed tremenda le pregunté a la conserje de la entrada donde podría conseguir agua. Allí no vendían, me respondió.
Un sencillo diario de a bordo, de cómo llegué a ella, eso podría ser una manera. Ese hilo conductor, más allá de la voluntad de probar nada. Eso pensé mientras me acomodaba en la última butaca de la última fila. No alcanzaba a ver bien la expresión de su cara -las gafas en casa-, y aún con las enormes ganas de sonreírle, estaba en su trabajo con gente seria, y como no sé sonreírle a medias, ni siquiera a tres cuartas, una cara palo tomó mi faz, y bajo mi túnica de seriedad, nervios danzando.
Un abrazo direccionado. 4º Izq
Apaga ese segundo del minuto.
No condenes, negación tras negación,
a cien años de seriedad
-si hay dicha imperecedera-
a esta pobre mortal.
Cuando aún haces falta en el ocio,
en el trabajo, en la alegría,
y en el cansancio.
Si eres necesaria en el único segundo que te ausentas,
-ese en el que dudo, en que el vahído te destiñe –
de todos los minutos de las horas
del apaisado día en el que no estás.
Cuando aún eres la precisión en la palabra de la frase que no cuadra,
que mis ojos colocan, sin duda, al verte,
la que sobrepasa y hace el diccionario breve.
(Septiembre del 2015)
¿Un monólogo?
Un monólogo, decían.
Un monólogo que quiere que sepas, digo,
que quiere hablarte.
Un monólogo dicente,
por si las palabras volasen,
y tus oídos las quisieras cobijar.
(Junio del 2016)
Lo que queda del desconcierto
Amo a la orilla,
en todas las mareas estás,
todas las resacas te traen.
(Junio del 2016)
ATREVIÉNDOME A COMPLETAR CLÁSICOS (2)
ATREVIÉNDOME A COMPLETAR A CLÁSICOS
Ya escribieron antes que nosotros. Ya escribieron mejor. Así que sólo nos queda, a veces, el «completarlo», con lo que hubiésemos escrito nosotros si hubiésemos llegado antes a esas palabras, porque al sentimiento que llegamos varía poco.
Así que desde el respeto, ahí va un poema precioso del Nobel sueco T. Tranströmer
Semantólogo
La comunicación con ella andaba dañada, había enfermado. Primero pensó que era debido a un virus, luego a una indigestión por atracón -tal vez un exceso de palabras-, y más tarde lo achacó a un lenguaje anoréxico.
Finalmente, como aún creía en ella, y en las suyas como el mejor reconstituyente del que ahora no disponía, se arregló rezongando y decidió ir al médico de las palabras.
EN EL REGRESO
En el regreso a sí misma la extrañó tanto como cuando se exilió de ambas. Con el final de la tristeza retornaba al principio. Se cerraba el círculo. Volvía a la alegría. Volvía a ella.
(Diciembre de 2013)