“No solo quería el peso de tu cabeza en mi hombro,
también la carga de tu mochila, pequeña atlas.
Portabas un mundo, hecho a medias.
Yo, un dubitativo milagro, como brizna en la palma de la mano.
Guardián del azote del incesante viento,
no alivié tu espalda.
Tú, guardián de mi pie sin paso,
si no te veía clara,
te fuiste gritando silencios por si escuchaba.
Aún hoy, te asocio a lo que en mí hay de bueno.
Al despertar de la vida, con todo su estruendo,
porque descubrí que intentar olvidar lo bello
tiene algo de lento suicido de un sueño.”
G.P.