Día de la Poesía (I)

No suelo llegar tarde, aunque quizá sí, cuando no me esperan. Hablo para oídos que quizá no me escuchen, y ojos que tal vez no lean.
Pero como todavía es el día de la poesía, en algunos lugares, estoy a tiempo de rendirle un pequeño tributo a quien hizo brotarla en mí. Poniendo mas fe en su «presencia» que en siete evangelios -era ella revolviendo entre mis cosas cuando las sentía más mías-, y aunque su honda ausencia me hizo abandonar los folios, como quien pliega velas, vi que intentar olvidar lo bello tiene algo de suicido lento de un sueño:

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