Remendando

A veces, en estos instantes, me siento una «canción» que desafina. Por no haber usado algún verbo en todos sus tiempos (quería= quiero, y probablemente querré). Por escribir sin borrador, ni ningún parapeto, las palabras que siento su significado (pequeña= querida) pero no la interpretación que le pudieras dar.
Cómo no querer cargar tu mochila, y liberarte de esfuerzo?

Otras, una canción que atina, si el olvido (pensé que, quizá, eso querrías) se planta ante mí para que te vea como póster de marquesina, y sonriendo lo rechazo. Nunca fuiste para mí
«belleza» hueca, ni vacía, sino una del tipo que conmueve aún en la lejanía, que atraviesa dudas y se fija.

Incluso sin palabras, y haciendo un corredor de mi oído izquierdo al derecho para las del resto, te regalé/o mi biempensarte, a pesar de alguna bruma. Biempensé -aunque doliera- tu comprensible desencanto, si confundiste mi no saber qué hacer con desidia mental o emocional. Te biempensé al tener fe en que entenderías que aunque alguna palabra quizá sonara a reproche, espero que no, o a despedida, solo tuve/tengo «Bienvenidas» para ti. Te biempensé al no desesperanzarme en tu bien. Y de todos mis sueños, nunca te dije el mas querido, verse curvar tu espalda y peinar tus canas.

Y aun veo con ojos de «niño», porque todavía me asombra lo bello de la vida, su desperezarse en primavera, y si me miro te reconozco.

Un abrazo

Día de la Poesía (II)

“No solo quería el peso de tu cabeza en mi hombro,

también la carga de tu mochila, pequeña atlas.

Portabas un mundo, hecho a medias.

Yo, un dubitativo milagro, como brizna en la palma de la mano.

Guardián del azote del incesante viento,

no alivié tu espalda.

Tú, guardián de mi pie sin paso,

si no te veía clara,

te fuiste gritando silencios por si escuchaba.

Aún hoy, te asocio a lo que en mí hay de bueno.

Al despertar de la vida, con todo su estruendo,

porque descubrí que intentar olvidar lo bello

tiene algo de lento suicido de un sueño.”

G.P.

Día de la Poesía (I)

No suelo llegar tarde, aunque quizá sí, cuando no me esperan. Hablo para oídos que quizá no me escuchen, y ojos que tal vez no lean.
Pero como todavía es el día de la poesía, en algunos lugares, estoy a tiempo de rendirle un pequeño tributo a quien hizo brotarla en mí. Poniendo mas fe en su «presencia» que en siete evangelios -era ella revolviendo entre mis cosas cuando las sentía más mías-, y aunque su honda ausencia me hizo abandonar los folios, como quien pliega velas, vi que intentar olvidar lo bello tiene algo de suicido lento de un sueño: