Apaga ese segundo del minuto.

 

 

No condenes, negación tras negación,

a cien años de seriedad

-si hay dicha imperecedera-

a esta pobre mortal.

Cuando aún haces falta en el ocio,

en el trabajo, en la alegría,

y en el cansancio.

Si eres necesaria en el único segundo que te ausentas,

-ese en el que dudo, en que el vahído te destiñe –

de todos los minutos de las horas

del apaisado día en el que no estás.

Cuando aún eres la precisión en la palabra de la frase que no cuadra,

que mis ojos colocan, sin duda, al verte,

la que sobrepasa y hace el diccionario breve.

 

 

(Septiembre del 2015)

ATREVIÉNDOME A COMPLETAR A CLÁSICOS

Ya escribieron antes que nosotros. Ya escribieron mejor. Así que sólo nos queda, a veces, el «completarlo», con lo que hubiésemos escrito nosotros si hubiésemos llegado antes a esas palabras, porque al sentimiento que llegamos varía poco.

Así que desde el respeto, ahí va un poema precioso del Nobel sueco T. Tranströmer

El metro 1

El metro 2