No condenes, negación tras negación,
a cien años de seriedad
-si hay dicha imperecedera-
a esta pobre mortal.
Cuando aún haces falta en el ocio,
en el trabajo, en la alegría,
y en el cansancio.
Si eres necesaria en el único segundo que te ausentas,
-ese en el que dudo, en que el vahído te destiñe –
de todos los minutos de las horas
del apaisado día en el que no estás.
Cuando aún eres la precisión en la palabra de la frase que no cuadra,
que mis ojos colocan, sin duda, al verte,
la que sobrepasa y hace el diccionario breve.
(Septiembre del 2015)